sábado, 30 de abril de 2016




UNA NOCHE LOCA

Tras una noche de barras largas y recuerdos cortos lo único claro que veía eran las sabanas blancas del hotel. Lo ultimo que recordaba era el tintineo de los hielos en la copa, los mismos que al despertar le martilleaban la cabeza como si el Titanic chocara contra el iceberg una y otra vez. El tabaco en la mesilla, la cabeza de tinte rubio en la almohada, la pared desconchada, el olor agrio de su ropa y sombreretes de lentejuelas y boas de plumas chillonas colgando del cuadro de un paisaje invernal sin firma de autor era todo lo que alcanzaba a ver sin sus gafas. Se levantó y fue directo a la ventana. Las vistas del callejón no le desvelaban mucha información de dónde estaba pero descartó por completo que fuera un barrio selecto. Gatos y vagabundos se hacían dueños de los contenedores de basura. Se avivó el rostro con agua fría (el lavabo no le daba otra opción) y se fue vistiendo despacio intentando no hacer ruido para no despertar a la bella durmiente desconocida y a quien no tenía intención de conocer. Salió y cerró la puerta no sin antes echar un último vistazo a la escena que dejaba atrás. Metió la mano en el bolsillo para coger un cigarro y se encontró con un papel doblado cuya letra le resultó familiar, lo leyó y sonrió llevándoselo a la frente. "No te olvides de recoger a los niños de casa de tu madre. Te veo luego en casa, me llevará un rato quitarme el tinte rubio".

Imagen: Jack Vettriano.

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