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lunes, 9 de mayo de 2016



LOS LUNES AL SON



¡Monday, monday, so good to me.... monday, monday...! 

Desde el baño la radio sonaba lejana, distorsionada y sarcástica, como un demonio enjaulado en las ondas repitiéndose una y otra vez. Se miró en el espejo y el reflejo le devolvió una mirada burlona a punto de carcajearse de su patética imagen.

....monday, monday...! 

Después de quemarse con el agua de la ducha y percatarse del vacío del bote de gel, salió de la nube de vaho tanteando con manos y pies buscando la toalla. La encontró empapada, hecha una bola y oliendo a camarote del Arca de Noé. A la maquinilla de afeitar se le subieron los aires y se creyó guillotina. Las marcas en su piel daban constancia de que al menos lo había intentado. 

....monday, monday, so good....! 

La radio seguía sonando. La cafetera borboteaba a punto de explotar dejando lavas de café carbonizado por toda la vitro cuando un olor a quemado le recordó que había sacrificado la última rebanada en el infernal aparato. Suavizó el café quemado con la leche, tiró la chamuscada tostada y salió de casa. Retornó en el minuto uno al darse cuenta de que se había olvidado el móvil en la cocina. De paso cogería un paraguas;  goterones del tamaño de monedas de dos euros dibujaban lunares en la acera.  Comenzó a darle la vuelta a los bolsillos buscando las llaves. Al parecer el teléfono no era lo único que había olvidado.  

Mientras, la canción seguía sonando como una broma macabra y machacona dentro de su cabeza. 

....monday, monday.....!!! 

domingo, 8 de mayo de 2016




DESAYUNO CON AMIGOS



Mi encuentro con ellos se produce todas las mañanas, o casi todas. Son jóvenes, insolentes y osados.  Se colocan estratégicamente, alertando de su presencia y se van afianzando para observarte mientras desayunas, ladeando su cuello a ambos lados de forma intermitente, buscando mi lástima y su premio. Clavan sus ojos negros y redondos como perdigones en mi tostada al mismo tiempo que con su pico me hacen morritos. Son traviesos, indiscretos y cantarines. No dejan de cantar, bajito, para no molestar. Los límites los ponen ellos. Al menor movimiento que hago salen volando dejando un aire de "¡a ver si me pillas!" en el ambiente. Cuando les acercas tu obsequio, primero tantean  el terreno, mirando en todas direcciones, para no ser cazados. No sé si les doy demasiada confianza porque al menor descuido se posan en mi plato. Luego en un abrir y cerrar de ojos prenden su trofeo casi al vuelo, lo engullen a salvo de miradas curiosas y avisan a sus primos que en la retaguardia esperan ansiosos su turno. Aunque sinceramente, no sabría decir si se trata de uno solo que continuamente regresa a por otra ración o de alguno de los miembros de su clan. Todos se parecen tanto...