miércoles, 11 de mayo de 2016





"Pero yo amaba a Narciso porque, cuando recostado en mis orillas se inclinaba a mirarme, en el espejo de sus ojos veía mi propia belleza reflejada." 
Oscar Wilde. 



NARCISO

Era bien parecido, de mirada atractiva, alto, simpático, recurrente y elegante. Pero por mas que intentaba buscarle dueña a sus encantos no encontraba a nadie que superara sus expectativas.

"Solo quiero a alguien como yo. No me gustaría provocar en nadie un molesto sentimiento de inferioridad" pensaba. 

Había tenido muchas citas. Antiguas amantes, amigas de la infancia, amigas de amigos y alguna que otra cita a ciegas por internet. Pero nunca eran lo suficientemente buenas para él. No llegaban a su altura, a la que él mismo se había subido; un pedestal creado para no ser alcanzado. Narcisismo y arrogancia, ingredientes básicos de una perfección inventada. 

"No es por criticar amigo mío... pero la humildad te falta, no crees?" Le habían insistido los pocos amigos que le quedaban.

Se había vuelto insoportablemente aburrido, intolerante y pedante. Sólo se sentía cómodo en las conversaciones que giraban en torno a él. Comenzó a crearse monólogos. Sus oídos, cerrados al mundo ordinario y exterior,  sólo dejaban entrar los halagos. Sordo a lo demás. Y así cada vez más aislado, cada vez más alto, cada vez más solo se recreaba en el espejo...

 "Ay, amigo... Que bien te queda el azul cielo!!!"



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